El partido que la selección española disputó el pasado jueves frente a Rusia bien pudo dividirse en cuatro fases muy diferenciadas: la primera, un prometedor inicio marcado por la adaptación para explotar los puntos débiles del rival; una segunda etapa caracterizada por una más que caótica circulación de balón en la que Illarramendi fue tomando protagonismo; una tercera, que podríamos denominar “el show de Isco”; y una última y breve, con Morata sobre el verde. No obstante, hubo una sensación, un sentir común que trasciende a las fases y se impone a cualquier categorización: las dudas, la incógnita del gol. Para enfrentarse a Alemania, Lopetegui tenía una asignatura pendiente: la redefinición del once. Y en dicha modificación del guión, varió el esquema, dio entrada a Koke y un gol no valió una titularidad. Sólo un nuevo actor y varios repetidores desempeñando diferentes papeles que el día del estreno. Y el resultado fueron dos películas aparentemente diferentes, de secuencia sorprendentemente similar.
Lopetegui cambió de esquema y dio entrada a Koke.
El 4-2-3-1 habitual dio paso a un 4-3-3 en el que Koke acompañó a Thiago como interior izquierdo, formando ambos por delante de Illarramendi. Más allá de castigar el flojo rendimiento de Muniain, la intención delThiago huyó de sus labores en la iniciación cambio pronto quedó manifiesta: el jugador del Atlético entraría para reforzar un mediocampo en el que a Thiago se le presuponía una mayor relación con la pelota, además de para proteger a un equipo en el que Isco debía moverse con absoluta libertad partiendo desde la izquierda. Y el inicio fue una interpretación exacta del original, con un Thiago protagonista como interior de posesión. A pesar de la esperada presión alta alemana, España se impuso a través de una salida de balón muy escalonada que la situaba de lleno en el tremendo espacio que los germanos concedían en la frontal. Sin embargo, un edificio debe construirse sobre cimientos sólidos, y Thiago, superado por el peso de su propia creación, rehuyó responsabilidades como si el brazalete no fuera suficiente para designarlo el jefe de la obra. Subió un peldaño y desatendió la base, dando paso a la mencionada segunda fase caótica en la que la selección española se iba agolpando en carril central en base a un denominador común: todos corren hacia el balón, ninguno genera espacio por delante de él.
Ante la adversidad, la dependencia de Isco es total. Su capacidad para girarse se convierte en la única baza de una selección española que ella sola parece negarseIllarramendi se hizo con todos los mandos las ventajas generadas. Cada vez más estrecha y previsible, facilitó que Alemania asentara definitivamente las marcas de sus mediocentros, Rudy y Rode, sobre los apoyos de espaldas de los jugadores españoles. En un contexto tan desfavorable, Isco necesitaba un socio que reactivara la fórmula ganadora, y acudió el regidor, quien organiza los movimientos previstos por el director. Tranquilo y de a poco, casi como pidiendo perdón por trascender su papel inicial, que como días atrás se le quedaba pequeño. Y es curioso, porque aun saltándose las normas, jamás pierde perspectiva de su posición en la escena. Illarramendi nunca actúa a destiempo. Tomó la batuta y se escalonó por delante del apoyo de Isco, ofreciéndole una opción fácil para soltarla sin obligarlo a la conducción, sin condenarlo a la pérdida. Y con él en las alturas, la profundidad por fuera comenzó a llegar.
Illarra reactivó la profundidad exterior de España.
En la segunda parte, los alemanes mostraron su cara más amable. La versión que contra la selección holandesa nos hizo prever un choque plácido y colmado de grietas a explotar: un equipo estrecho e incapaz de cerrar líneas de pase. Así, España contó con dos planes opuestos e igualmente válidos para ganar metros: la diagonal fuera-dentro de Isco a la espalda de un Rudy mucho más indolente en fase defensiva que en la primera mitad, y el fuera-fuera ganador de Tello en banda derecha. Aún con todo, la nueva España llegadora no se traducía en una nueva España goleadora, de igual modo que la indefinición que transmitió Rodrigo en el primer partido no se tradujo en éste en acierto o positivismo. Y de nuevo el estigma. Y de nuevo Morata. Y de nuevo el gol; la confirmación del estado de gracia del jugador blanco. Para enfrentarse a Holanda, Lopetegui tiene una asignatura pendiente: la redefinición del once. En esta España cada vez es más complicado justificar que los goles no valgan titularidades, que los mejores actores sigan siendo secundarios. A menos que ellos mismos se erijan protagonistas, como el regidor, como Asier Illarramend. El absoluto jugador contextual de esta selección española sub21.
javimgol 10 junio, 2013
Illarramendi es sin duda el jugador contextual…pero sin Morata la selección tendría 4 puntos menos y los sub 21 llevarían 450 minutos (entre JJOO y Euro) sin ver puerta. No sé qué más necesita para ser el hombre del torneo.