Si al Reyno de Navarra le quitaran todo el césped y las redes de la portería sería el escenario perfecto para una novela de Steinbeck. Una de esas donde la clase obrera intenta sobrevivir (y sobrevive) a la gran depresión sin renunciar nunca jamás a su propio orgullo de clase. Porque el antiguo Sadar desde siempre ha sido un gélido mausoleo para el visitante y a la vez una villa acogedora para sus dueños, una barricada con el “No pasarán” en cada astilla, una alambrada con óxido en cada tornillo hacia arriba, un estadio de ánimo repleto de amor propio en/por/para cada ráfaga de orgullo. Por eso para Osasuna todo se ajusta a la perfección al guión que le entregaron al principio de esta nueva aventura: El Reyno de Navarra es para los rivales casi un fortín y su guerra de guerrillas hace puntuales y certeras incursiones en territorio enemigo. El domingo pasado en la castellana Valladolid del serbio Djukic, los rojillos dieron otra lección de estrategia emocional, de ideología del estilo y de balompié gallardo y pasional. Las líneas de pase se convirtieron en espino cabrón, la velocidad de ejecución multiplicó los verdugos y Dani Hernández jugó el peor partido de toda la temporada. Como siempre estaba en la banda Mendilibar, general inteligente e imprevisible, austero y adusto como un pájaro cuerdo, cediendo el protagonismo como de costumbre a sus mejores soldados. Como cuando estuvo a punto de lo imposible: subir al Eibar a primera división con ese equipo de futuro donde sobresalían Gorka Iraizoz, Cifu, Kike Mateo, Joseba Llorente y un menor de edad, tímido y genial, llamado Silva. Como cuando iba el último y en la rueda de prensa no culpó a nadie.
Esta es la segunda temporada de Mendilibar en Osasuna.
Antes había llegado el frío invierno, el que vino y llegó, el que no se va, el que se queda con nosotros, el que se llevó a Sisi y su capacidad de sorpresa y sacrificio, su cuchillo y su pastel, es el invierno que se mete en los huesos de los perdedores para armarEste invierno Osasuna perdió a Sisi, pero ganó al Gato Silva belenes con las tripas y el corazón de papel de bronce, el que prende como una fogata en la vergüenza del guerrero, ese mismo que marcó el momento en el que una de las peores plantillas de primera división apuraba sus cortos días de asueto haciendo cuentas, cábalas y propósitos de año nuevo, llegó alguien para aportar el alma y el espíritu de sus siete vidas, una pieza fundamental para el epicentro de cualquier herida, un hombre feo, fuerte y formal. Arribó el Gato Silva. El glamour de Annan se estrelló contra el sudor de sus compañeros, decepcionando a los que apostaron por el ghanés como catalizador del juego directo y fluido que predica Mendilibar. Raul Loe tampoco era la solución, tan eficiente en lo que hace como limitado en lo que no hace, Lolo y Puñal, por diferentes motivos (el onubense por escasa capacidad, el capitán por demasiados años), cada vez se sentían más cómodos con los papeles de gregarios que como directores de esa orquesta de dos que pone derecho cualquier desequilibrio. El equilibrio, la cara B, el contenido especial, llega cuando el Gato Silva encuentra a De Las Cuevas en el aeropuerto y se la pone dentro del área. En ese momento Kike Sola crece unos años y unos goles.
Mendilibar sabe que gato con guantes no caza ratones y por eso permite a Silva jugar casi desnudo. Su fútbol es a flor de piel y no se anda con circunloquios. Por eso encaja tan bien en la filosofíaEl criterio y oficio de Silva han dado alas a los delanteros del equipo navarro y del entrenador zaldibartarra. En la franja peligrosa donde se desarrolla su juego, con los defensas adelantados y los delanteros atrasados, el chileno ha sabido repartir a cada unos sus cartas y siempre desde el sacrificio y la determinación, con criterio, sin florituras, entre rivales. Salvando los tiempos y las distancias, como lo hacía Sammy Lee a finales de los ochenta cuando en Pamplona empezaron a acoger a jugadores allende nuestras fronteras. Allí lo han recibido con los brazos abiertos y Nino y Armenteros con el corazón al rojo vivo. Nino por ser liberado de cualquier posición fija y poder vivir, contra la rutina, permanentemente en tránsito y el argentino por encontrar un cómplice en su batalla diagonal por la ruptura y fuga. Osasuna funciona distinto jugando igual que siempre, y todo desde que el dueño (de la pizarra) encontró al gato más fiel de su mundo.
Ayer, Mendilibar se enfrentó a un «igual» muy conocido.
Steinbeck tuvo problemas con la derecha americana por la capacidad de sus obras de despertar a los más desfavorecidos. No sabemos si molestaba más el camino o la meta, los principios o los finales, los medios o los cuartos. La cabeza de Mendilibar se pedía en los foros públicos donde se reclamaba a Aguirre porque el ex jugador estaba libre y dispuesto. Ayer ambos entrenadores se enfrentaron en una partida de ajedrez donde solo había peones y que el mexicano se encargó de ganar a base de romperle los elaborados esquemas de Mendilibar a base de jarabe de palo, patadón buscando la espalda de la defensa y el constante desafío a la defensa zonal con el genial Sergio Garcia y el antihéroe Stuani campando guerreros entre rojillos. El balón no pasó demasiado ni por Silva, ni por Lolo ni Puñal. Baena y Forlín se solidarizaron más rapido con sus defensas que los osasunistas. Verdú estuvo demasiado cómodo aunque desacertado. Aguirre también supo contestar con acierto cada cambio de Mendilibar, cambiando al mismo tiempo la disposición y las líneas de presión. Los osasunistas pasaron de ser hombres a comportarse como ratones atrapados en una rueda de donde era imposible salir por muchos vueltas que dieran. La novela (o este episodio) acabó mal. Quizá por encontrarse enfrente con una medicina tan familiar que ya no cura. Como acostarse con una antigua novia. Como ganarle al dominó a tus padres.
Abel Rojas 8 abril, 2013
Para mí Aguirre y Mendilibar tienen bastantes diferencias. Es verdad que el Espanyol del mexicano está yendo a presionar muy arriba y tal, pero normalmente lo he identificado como un técnico más defensivo, más de esperar.
Mendilibar me parece ultraofensivo y lo digo en serio. Simplemente su plantilla actual no va sobrada de calidad. Y bueno, es cierto que no es un entrenador de fútbol demasiado estético, es incluso más que de Premier, de Liga escocesa, pero a mí me gusta y me parece evidente que funciona.
Sobre el Gato, Quintana fue el primero en verlo de Ecos y me avisó al primer partido. Rara vez me pasa con él, pero cuando lo vi, coincidí. Hay jugador en ese hombre.