El Real Madrid amaneció el miércoles pasado como si fuera un día más. Sin cosquilleo, sin liturgias, muy tranquilo. Aquel duelo en Alemania, donde había ganado una sola vez en veinticuatro intentos, no le parecía nada del otro mundo, pese a que el Borussia le hubiera sacado 4 puntos en la Liguilla entre otros méritos destacables. Y empezó la eliminatoria. A las 20:52 encajó un gol por despiste propio que no le dolió. Tampoco el 2-1; ni el 3-1, aunque parezca increíble. Incluso con el 4-1 sintió más rabia contra su nivel deportivo que por el resultado en sí. Total, quedaba media hora. Media hora que, contra un rival repleto de confianza, no le sirvió para nada. Y fue entonces cuando el Real Madrid, equipo y club, vio al fin que en aquel día que nació como irrelevante había medio perdido su décima Copa de Europa… por undécima vez. «Hoy ha pasado el peor equipo», dijo Mourinho en Old Trafford; para luego aplaudir sobremanera el respeto que su vestuario profesó al Galatasaray en el Bernabéu. Se temía el numerito. Pero no consiguió esquivarlo.
El Real Madrid como club tiene una personalidad única, para bien y para mal. Infravalorar las dificultades se sitúa a la cabeza de sus trabas, y Mourinho no maneja un grupo especialmente inteligente o con poso para contrarrestar la atmósfera -más bien al revés-, por lo que el riesgo de despiste siempre persiste. Ahí reside el origen del durísimo 4-1, un marcador irremontable. Aunque no para la imaginación del Real. Pase lo que pase, la mera manera de afrontar lo de hoy del madridismo y la ciudad de Madrid es un regalo a la Copa de Europa. Le está ofreciendo un partidazo que no existe. Está convirtiendo en objeto de máximo interés una eliminatoria a la que la propia historia del torneo tilda de cerrada. Es extraordinario, y lo extraordinario altera. Y hasta ofende. Y el Madrid percibe que esa fe suya molesta, y la potencia, y la refuerza, y la transforma en confianza. 83.500 veces oirá el Borussia Dortmund que «SE PUEDE», y se dice que, a la 1.000, una mentira pasa a ser verdad. Así que hay partido. Habrá fútbol. Y el Real de Mourinho no ha demostrado ni madurez ni un juego creativo fiable; pero tiene sus olas, esas rachas de 10-12 minutos en las que sus hombres, juntos, alcanzan una velocidad-precisión que nadie toca. Alargar ese rendimiento potencial es su única esperanza.
Mourinho falló mucho más en lo motivacional que en lo táctico. Sus jugadores no le respondieron.
El Borussia Dortmund tiene diferentes planes defensivos posiblesDicho esto, lo tiene negro. No solo por el 4-1, que ya es bastante, sino también porque el Borussia Dortmund es un súper equipo que se adapta de lujo a vivir sin balón. Precisamente ahí reside el salto de calidad europeo de los de Klopp. Antaño eran transitar y sólo transitar, y esta temporada han aprendido a serenarse y manejarse mejor en las situaciones posicionales. En defensa, que es lo que más contará hoy, se muestra incluso versátil. Los duelos contra el Madrid son buena prueba. En la Fase de Grupos basó su apuesta en un trabajo intensivo sobre Alonso, mientras que, en la ida de la semifinal, Xabi fue el único blanco que tuvo tiempo y espacio. Sobre todo en el primer tiempo, con el 4-3-3. El mediocentro fue flotado y el atasco fue propiciado por el trabajo de Kuba-Gündogan-Bender-Reus sobre Ronaldo-Modric-Khedira-Özil, dos líneas de cuatro que se pegaron como imanes para éxito alemán. Al Madrid le faltó claridad, no supo dónde meter a Modric y Khedira para que Ronaldo y Mesut tuvieran espacio por dentro; todo era espeso, prácticamente inmóvil. El Dortmund atacaba de frente cada pase blanco mientras el Real lo esperaba de espaldas, y tras el corte corría turbo mediante. ¿Superioridad táctica amarilla? Relativamente. La ventaja fue más personal.
El Madrid debe mostrar mucha más iniciativa en todos sus jugadoresY es que donde más falló el Real Madrid fue en la ausencia de iniciativa y acierto individual. Su incorrecta disposición emocional mermó su técnica, sobre todo en lo asociativo: controles fáciles que se le iban y errores no forzados en los pases. Cada fallo en el envío se traducía en contragolpe fulgurante de Marco Reus, así que fue comprimiéndose más y más, buscando estar juntito y con varios por detrás del balón: los laterales no subían lo suficiente en el nacimiento de la jugada (para exigir trabajo de Kuba y Reus y crear huecos en medio), Modric no buscaba nunca la espalda de Gündogan, Özil solo se movía lateralmente… El Madrid no intentó nada diferente, más allá de varias jugadas de Coentrao y Ronaldo a las que nadie se sumó. Manejar un concepto tan sencillo como que el apoyo largo es mejor que el corto le hubiera dado aire: pica hacia al frente, llévate la marca, crea el espacio y vuelve corriendo. Eludir el esperar el pase mientras el rival aprieta es crucial para atacar (y defender) al Borussia, que saca lo mejor de sí cuando se le permite ser pegajoso. Esos desmarques serán cruciales. Sean cuales sean los sistemas, la clave estará en el espacio que cada jugador se cree a sí mismo. Mourinho no puede regalar latifundios contra un Dortmund que va ganando 4-1.
El talento de Mats Hummels, que falló en la ida pero es buenísimo, será un gran escollo para el Madrid.
Todo apunta a que los dos jugarán con su 4-2-3-1 de gala, aunque se baraja la posibilidad de que Gündogan no juegue o incluso de que juegue como mediapunta (medida anti-Xabi). Así el Borussia cerraría con el doble pivote Bender-Kehl, lo que le daría más consistencia pero dejaría a Lewandowski (juego directo) como único camino posible hasta Diego López. Se presupone que a la cuarta irá la vencida y Robert tendrá enfrente a Sergio Ramos; el central blanco con mejores condiciones para defenderle en el cuerpo a cuerpo.
Como variante para cambiar el choque hay que ponderar el 4-2-4 del Real, utilizado tanto en Old Trafford como en el Signal Iduna Park. En ambas plazas ruló, aunque solo en la primera se tradujese en goles. Con dicha disposición Mourinho manda a Özil a la derecha y a Ronaldo a la doble punta, abriendo a otro de sus compañeros en la izquierda (Kaká y Di María en los casos citados). El dibujo, ancho, crea mucho espacio; y el disponer del portugués en el centro garantiza movimiento, pues él cae a todas partes y dinamiza a todos los demás. Esto permite a Xabi Alonso filtrar pases peligrosos en cada jugada, y el Madrid, por pura calidad, en la frontal suele crear problemas. Tratándose de un esquema orientado a la asociación de alto ritmo y los pases interiores, la formación más letal sería Alonso y Modric en la base y arriba, de izquierda a derecha, Benzema, Ronaldo, Higuaín y Özil. ¿Inconveniente? Que el Madrid se parte y, si no acaba cada jugada, un contragolpe tan impresionante como el de Klopp generará ocasiones. Además hay que apuntar una cosa: ni siquiera un Real desatado garantiza goles contra el Dortmund. Está Mats Hummels, que a veces falla pero siempre juega. Su lectura, su pie y su personalidad son enormes. Puede ser uno de los hombres del duelo.
El 4-1 hace que cualquier detalle que caiga en contra del Real Madrid le deje sin posibilidades.
Para cerrar, conste algo: la mejor versión del Real Madrid no es tres goles mejor que el Borussia Dortmund. Nadie lo es. El fútbol es igualado, las distancias son mínimas y los amarillos son muy buenos. Si Hummels, Gündogan, Götze -que será puro oxígeno-, Reus y Lewandowski están a su nivel, el Bernabéu no tendrá ninguna posibilidad. Cualquier opción de remontada pasa porque los alemanes sientan miedo y regalen lo que ganaron hace seis días. Por eso el Madrid necesita el gol tempranero, que su portero esté inspirado, que el rival conceda algo raro atrás, que todo lo extradeportivo le favorezca e incluso que Benzema se meta en el encuentro. Es decir, que un montón de variables azarosas le sonrían, porque cualquier factor que le dé la espalda imposibilitará su intento. Es lo que sembró en la ida, a su melodramática manera. Hoy le toca disfrutar de su otro yo. Ya lo está haciendo. Los madridistas se han levantado con la ilusión de una final, los niños dicen que son Cristiano y los jóvenes debaten sobre Mourinho. Los periódicos lo han vendido todo, los bares estarán llenos y las calles solitarias. Ramos querrá ser muro, Alonso control en marcha y Ronaldo gol de la historia. Esta noche habrá un partidazo de Copa de Europa. Suceda lo que suceda, será grande. Y eso el fútbol se lo debe al Real Madrid, que siempre se atreve a creer. A creer de verdad. Con toda su alma.
eldayan 30 abril, 2013
Lo voy a decir claro: este partido me da mala espina, huelo azufre…. el Madrid saldrá por goleada y en ese aafán podrá perder tranquilamente. Que no veo cómo el Madrid podrá remontar esto…