Ángel Di María es un superdotado futbolístico. Centrocampista con alma de delantero o puede que un delantero con alma de centrocampista, al gusto de cada cual. Zurdo, puede jugar en la izquierda, en el centro, en la derecha o en los tres carriles a la vez. Regateador como no hay cinco en total, resolutivo a más no poder y con una cuota de trabajo que compensa defensivamente dibujos, sin él, insostenibles por falta de kilómetros. Su calidad le haría titular en la mayoría de la élite; su versatilidad le asegura el puesto en cualquier equipo que le tenga. Hace demasiadas cosas bien, sin que se pisen entre sí, como para prescindir de su servicio. Quizás, de hecho, sea el atacante más heterogéneo en su aporte, con permiso de red Rooney y pocos más. La diferencia esencial con Wayne y el resto de fenómenos es que él, al contrario que ellos, se equivoca mucho. Hasta tal punto que a veces, y en los últimos tiempos muy a menudo, se convierte en un problema para su Real Madrid en ataque y, por ende, en defensa.
El equipo de Mourinho practica un juego de posición vertical, rápido y directo, pero juego de posición al fin y al cabo. El objetivo es ir ganandoEl sistema de Mou se protege de los impulsos de Ángel; pero últimamente se estaba pasando altura con el equipo entero y junto; es decir, que todas las piezas avancen al unísono de una forma determinada y fija. El año pasado, desde la Escalera Real; éste, entre que está en proceso de cambio y que el juego no es ni tan bueno ni tan claro, cuesta más saberlo. Algunos de los mejores equipos que practican juego de posición, con el Barça a la cabeza, juntan al grupo desde los pases. Alargan las posesiones y se van dando tiempo. El Madrid no tiene esa calidad, pero sí la de Alonso y sus amigos: la de filtrar rápidamente el balón de manera precisa con un pase corto, medio o incluso largo. O sea, hacia los descuelgues de Özil, Di María o Benzema; las subidas de los laterales o las rupturas sobre todo de Ronaldo. Así giran al contrario y ganan el tiempo que otros, Bayern por citar uno distinto, ganan de otra forma. Es esa última alternativa, la de las rupturas de Cristiano, la que vuelve loco a Di María. Ángel sabe que Ronaldo llega a y convierte en tanto todos los envíos de calidad, y Di María siente que en cualquier momento y desde cualquier lugar puede proporcionarle uno de ellos. Como el Real es un equipo de riesgos cuyo fútbol no aspira a la precisión absoluta, Mourinho se protege con Khedira, uno de los medios más dotados en la lucha por las segundas jugadas, y que transforma en recepciones de cara lo que en principio son despejes del rival. Últimamente el 22 daba tanto trabajo al 6 que el 6 no daba abasto. El Madrid había perdido el control de los partidos. Y perdía a Khedira, para colmo de males. ¿Problema irresoluble?
Modric es un genio activo, no un gran centrocampista reactivo.
Si el Real Madrid fichó a Luka Modric fue porque lo del año pasado, para ser perfecto, necesitaba a Kaká. Sin el brasileño funcionó muy, muy bien, pero sufrió contra el Bayern Münich, en el momento de la máxima verdad; y careció de regularidad total, durante el último tercio de temporada. Modric, por concepto, es más control desde el balón y menos desde la posición. Por talento, un tipo que, unido a Xabi Alonso, no es un problema para José Mourinho, sino para todos los demás. Y gordísimo, además. Alonso y Modric tienen la particularidad de crear ventajas decisivas desde muy lejos del arco contrario. Bien porque baten una línea con un pase sutil y ponen el choque patas arriba, bien porque se saltan dos o tres con un envío largo sublime, bien, en el caso del croata, porque desborde a un par y desequilibre el sistema. Para detener lo que es una hemorragia en toda regla, el oponente se ve forzado, sí o sí, a elevar el bloque defensivo hasta su altura. Es la única manera de estorbarles sin que la desocupada espalda del defensor les facilite demasiado el eliminarle. Lo que pasa es que, en ese caso, Ronaldo lo tiene muy fácil a la espalda de la zaga. Es un lío. Una parte del Real te exige bloque alto, y la otra, bloque bajo, sin que entre sí resulten incoherentes.
¿El peaje? Si el Real está impreciso o precipitado con balón, no está Khedira para barrer los escombros, y Xabi y Luka quedan sepultados. En el día a día, contra rivales modestos, el carismático doble pivote sólo será defensivamente insostenible si Di María no les espera. Si les da tiempo a que se unan a Özil, vayan avanzando y metan a Pepe y Ramos (o Varane) en campo contrario, el rival quedará sometido. Así, al salir no atacará a Modric y Alonso en manada, sino a Pepe y Ramos con uno o dos suicidas; y ésos, en ésas, casi siempre se mueren sin matar a nadie.
Notas sueltas
– Di María promedia un 63% de acierto en el pase en los últimos tres partidos. En Mallorca sólo él y Pepe bajaron del 79%.
– Mourinho está cambiándolo de banda cuando abusa del envío en largo, para evitar que el juego del Madrid pierda continuidad.
Marcel 30 octubre, 2012
Poco que agregar por mi parte, la verdad.
Bueno quizás algo sí: me gustó ese "notas sueltas". Si ahí residen continuamente breves datos o estadísticas que completen el análisis quedaría muy didáctico todo.