
La nueva temporada de la madre de todas las competiciones está cada vez más cerca y ya se notan las ansias por volver a ver fútbol de élite, aunque éste cada vez se vea menos a menudo en el contexto europeo actual. Las diferencias económicas y la Ley Bosman han focalizado casi todo el talento en dos o tres ligas y, aunque la cosa no es tan exagerada como hace cinco o seis años, los tiempos en que el Campeón de Europa podía llegar de cualquier punto del Viejo Continente están ya muy lejanos. Ni los agentes, ni las televisiones ni la propia UEFA (con sus formatos cada vez más enrevesados y teledirigidos), lo permitirían. La nostalgia por la Copa de Europa se hace presente, en parte por el inevitable atractivo de pensar que todo tiempo pasado fue mejor, en parte porque los torneos puros de Copa tienen un carisma que jamás podrán alcanzar los engendros con liguillas de por medio y, en parte, porque la mera idea de la existencia de un sorteo puro nos parece una utopía en los tiempos que corren. Todo eso lo reunía la vieja competición continental.
Europa era un continente más pequeño –qué fácil era estudiar geografía para nuestros padres…-, el espacio detrás del Telón de Acero producía jugadores de alto nivel al mismo ritmo que misiles intercontinentales y las leyes comunistas permitían que las grandes figuras orientales permaneciesen durante los mejoresLas grandes estrellas de Europa del Este sólo podían abandonar su país pasada cierta edad años de su carrera en su país. En la actualidad, no sería extraño ver a gente como Blokhin y Dassaev, Deyna y Lubanski, Georgi Asparukhov, Viktor y Nehoda, Martin Hoffmann y Hans Jurgen Dörner, Florian Albert y Tibor Nyilasi (con Gica Hagi, Marius Lacatus o el propio Dassaev pudimos comprobarlo gracias a los avatares de la política internacional), jugar en equipos de media tabla en una de las grandes ligas. Lo importante es la liga donde juegas, no el club –craso error en mi opinión-. Entonces no era posible. Sólo pasada cierta edad –los 28, los 30, los 32, dependiendo del país- las mayores figuras, que ya habían hecho sus servicios a la patria, podían salir y disfrutar del infierno capitalista. Por tanto, el nivel de las ligas nacionales se mantenía alto. Se comprobaba, cuando algunos de ellos venían a la Europa Occidental, que marcaban diferencias ya veteranos (Dzajic en Bastia, los polacos en Bélgica, Deyna en el Manchester City…). Por tanto, en la antigua Copa de Europa, los viajes al extranjero se convertían en odiseas, y visitar Belgrado, Bucarest, Lodz o Sofía, lo que hoy son viajes casi de placer, se convertía en todo un desafío. No está de más, pues, recordar al último campeón de la Copa de Europa en su formato clásico. El último club que alzó la «Orejona», tras superar eliminatoria tras eliminatoria, sorteos puros y ganar en un torneo donde sólo participaban campeones.
Forjando un equipo de leyenda. Europa conoce al Estrella Roja.
Llevaba ya unos cuantos años el club del ejército yugoslavo dando avisos del potencial que tenía. El club había pasado momentos gloriosos a finales de los 50 y principios de los 60 con un buen equipo liderado por Vladimir Beara –al que Yashin se refería como el mejor portero europeo- y Dragoslav Sekularac –uno de los interiores creativos más brillantes de su generación-, y también en la segunda mitad de los 70, con los últimos coletazos del gran Dzajic y la eclosión de un Vladimir Petrovic que ilusionaba al «Pequeño Maracaná». Pero durante los 80 la travesía del desierto fue larga, aunque el club fue regenerándose poco a poco. En la temporada 1988/89, el Milan de Gullit, Rijkaard y Van Basten no había podido ganarles y los terminó eliminando en los penalties, en un partido que se había suspendido por niebla, ante 95.000 personas en el «Pequeño Maracaná» de Belgrado. En aquél equipo ya despuntaban Dragan «Pixie» Stojkovic y Dejan Savicevic –«Il genio», como años más tarde lo bautizaría Silvio Berlusconi-.
El equipo que llegaría a lo que ningún otro equipo yugoslavo jamás llegó fue armado poco a poco, en un plan a cinco años, por el presidente Dragan Dzajic y el manager Vladimir Cvetkovic. Por ejemplo, el club consiguió firmar al gran goleador del Vardar Skopje, Darko Pancev, adelantándose a sus rivales del Partizan, que también lo pretendían. Ese mismoCon un objetivo a cinco años, el Estrella Roja se hizo con los mejores jugadores posibles verano, en dura pugna con el propio Partizan y el Hajduk Split (que incluso había llegado a acordar los términos del contrato con el jugador), Dejan Savicevic pasó a formar parte del Estrella Roja, proveniente del club de su ciudad natal, el Buducnost de Titogrado –actualmente Podgorica-. El Dínamo Zagreb había dejado de lado al hijo de alemanes Robert Prosinecki, que a los 19 años de edad ya realizaba auténticas maravillas, y pronto se convirtió en indiscutible del centro del campo del Estrella Roja, junto a Savicevic y Stojkovic. A los mayores talentos de Macedonia, Montenegro y Croacia, el Red Star sumó a Stevan Stojanovic, Slobodan Marovic, Vlada Stosic y Vladimir Jugovic, que venían de las categorías inferiores. Por último, como la guinda del proyecto, también llegó el experimentado líbero rumano Miodrag Belodedici, ya campeón de Europa sorpresivamente con el Steaua de Bucarest en 1986. Fue este un traspaso sin precedentes en la Europa del Este. Por si fuera poco, el veterano medio Dragisa Binic volvió del Levante y del campeón yugoslavo de 1989, la Vojvodina, vinieron un chaval que le pegaba regular a la pelota, el temperamental Sinisa Mihajlovic, y el técnico Ljupko Petrovic. Con estos mimbres, los rojiblancos ganaron un par de ligas y una copa, y a pesar de haber perdido a su máxima estrella y capitán, Stojkovic, que partió al Olympique de Marsella en el verano de 1990, el Estrella Roja afrontó la temporada 90-91 convencido de poder hacer grandes cosas en Europa. Pancev, Savicevic y Prosinecki, que habían jugado el mundial Italia ’90 dejando una muy buena imagen, eran reconocidos ya como figuras a nivel continental.
El primer escollo europeo fue el modesto Grasshoppers de Suiza en el Maracaná. El partido terminó 1-1 y hubo muchas críticas al equipo rojiblanco. En la revancha en el Hardturm Stadium, el equipo jugó uno de los mejores partidos del año y venció como visitante 4-1. En Octavos de Final, se enfrentaban al siempre difícil Glasgow Rangers, que contaba con el inglés Chris Woods en la meta, un buen puñado de internacionales escoceses como Malpas, Gough y McCall, y una mortal delantera formada por Maurice Johnstone y Alistair McCoist, que lo habían llevado a ser el campeón de Escocia. El 3-0 como local dejó casi todo definido. El 1-1 de la revancha en Glasgow es recordado por un fantástico gol de Darko Pancev de media tijera, después de pararla de pecho tras un centro de Prosinecki.
Ya en cuartos de final, el Red Star tuvo que enfrentar al sorprendente Dínamo Dresden de Alemania del Este, y, otra vez con el estadio lleno (90.000 almas), ganó 3-0 con goles de Prosinecki al convertir una falta directa -se consolidaba como el mejor jugador joven de Europa-, Binic y Savicevic -golazo, regateando a tres jugadores-. En la vuelta, los rojiblancos perdían 1-0, consiguieron remontar hasta el 2-1 y a falta de 10 minutos, el árbitro tuvo que detener el partido por disturbios en las tribunas, con lo que la UEFA le dio ganado el partido al Estrella Roja 3-0. En semifinales, el equipo de la capital yugoslava se enfrenta al primer gigante del torneo: el Bayern Munich. Fue una edición plena de resultados sorpresa, y eso influyó. Otros grandes animadores de Europa habían caído: el Napoli contra el Spartak de Moscú por penaltis, el Madrid también contra el Spartak, el Porto ante el propio Bayern… Los resultados contra todo pronóstico y los caprichos que siempre deparaba el sorteo puro conformaron unas semifinales en las que estaban el Olympique de Marsella -que venció al Milan en los despachos, ya que los rossoneri no quisieron presentarse a reanudar el partido tras un apagón-, el Estrella Roja, el Bayern y el sorprendente Spartak de Shalimov, Radchenko, Mostovoi y Karpin, en el canto del cisne del fútbol soviético.
Haciendo historia. Desde Belgrado hasta Bari.
El primer partido fue en el Olímpico de Munich. El campeón alemán contaba con jugadores contrastados como Olaf Thon, Raimond Aumann, Klaus Augenthaler o Jürgen Köhler, todos mundialistas en el torneo disputado en Italia el verano anterior Y también destacaba la presencia de un joven Stefan Effenberg.Para jugar su primera final de la Copa de Europa, los yugoslavos debían batir al Bayern En dos contras fulminantes, el Crvena Zvezda da la vuelta al inicial gol muniqués. Dos goles como visitante, en uno de los triunfos más importantes en la historia del club. Primero «la Cobra» Pancev a centro de Binic en una salida rapidísima a la contra. Sin darle tiempo a reaccionar al conjunto de Heynckes, y en otro contragolpe mortal, el joven Savicevic superó en velocidad a Köhler y fusiló a Aumann con un zurdazo cruzado y bajo después de correr 30 metros. La revancha, quince días más tarde, sería emotiva y plena de alternativas.El equipo yugoslavo se puso 1-0 con un golazo de Sinisa Mihajlovic en lo que siempre fue su especialidad, un tiro libre, desde 25 metros. Pero el Bayern era el Bayern, y se puso 2-1 en un instante. A falta de dos minutos, cuando los penaltis estaban cerca de llegar, con los locales lanzados al ataque empujados por un ambiente fenomenal -casi cien mil personas con banderas y bengalas, gritando todo el partido-, un centro raso de Mihajlovic otra vez, fue mal rechazado por el líbero Klaus Augenthaler. La pelota salió alta y hacia atrás, y superó el mal posicionamiento del portero Aumann al que se le coló por arriba. El Estrella Roja jugaría su primera final de la Copa de Europa. El Red Star ya había jugado una final de UEFA a finales de los 70, perdiendo contra el Borussia Moenchengladbach.
La final se disputaría en el San Nicola de Bari, el estadio más bello del Mundial 90. El rival: el Olympique de Marsella de Dragan Stojkovic, el mayor ídolo de la afición rojiblanca, que como ya habíamos dicho, fue firmado por Bernard Tapie para reemplazar a Enzo Francéscoli en el todopoderoso campeón francés. El equipo dirigido por el mago belga Raymond Goethals había llegado a las semis el año anterior perdiendo ante el Benfica con un gol de Vata con la mano. Y ganaría la Copa en 1993 venciendo al Milan. En suma, el Estrella Roja enfrentaría a un equipo que era animador frecuente en Europa, con jugadores como Chris Waddle, Jean Pierre Papin, Manuel Amorós, el brasileño Mozer, Basile Boli y el propio Pixie Stojkovic.Los rojiblancos llegaron a Bari una semana antes, para aislarse de la locura que invadía a los hinchas en el país.
Por primera vez en la temporada, el técnico Petrovic decidió jugar un poco más cerrado atrás y darle la pelota al rival. Fue una decisión sin precedentes y que levantó no pocas críticas en el seno del equipo, pero tenía su lógica. El OM tenía una batería ofensiva impresionante pero gustaba de convertir los partidos en un toma y daca constante, confiado en la solidez de su defensa y el poderío que le otorgaban Waddle y Adedí Pelé en las bandas y el infalible Papin en el centro del ataque. El Estrella Roja, que ya había demostrado en Munich que a la contra podía ser mortal, se aplicó a este plan durante toda la final.
Stevan Stojanovic; Miodrag Belodedici; Illia Najdoski, Refik Sabanadzovic, Slobodan Marovic; Vladimir Jugovic, Sinisa Mihajlovic, Robert Prosineki, Dragisa Binic; Dejan Savicevic, Darko Pancev fue el equipo que sacó Ljupko Petrovic. Así, aguantando agazapados atrás –el OM dio muchas menosAguardando atrás y buscando la contra, el Estrella Roja consiguió mantenerse imbatido oportunidades de contragolpear de las que suponía el técnico yugoslavo- a pesar de nunca haberlo hecho en la temporada, el partido fue casi soporífero y se llegó a la prórroga, donde Papin marcó un gol de cabeza que fue anulado. 0-0. Penaltis. El drama se hace presente pronto, cuando Prosinecki convierte el suyo, burlando a Olmeta y Stojanovic, le ataja su lanzamiento al internacional francés Manuel Amorós, como había predicho su técnico, que tenía fe ciega en las capacidades desde los 11 metros de su veterano portero. Después Binic, Casoní, Belodedici, Papin, Mihajlovic y Mozer convirtieron sus respectivos tiros, dejando el último penalty de la serie para el macedonio Darko Pancev, un hombre en su momento más alto, pleno de confianza, que no falla y le da el máximo título máximo Europeo al Estrella Roja de Belgrado, primero para un equipo yugoslavo, segundo para un equipo del Este. Un equipo aguerrido, compacto, forrado de talento y personalidad y con un potente contragolpe para jugar de visitante, que apoyado por una multitud en el Maracaná de Belgrado cada vez que tuvo que ir a buscar un buen resultado como local había despachado a todos sus rivales esa temporada. Campeones invictos.
La conquista del mundo: Tokio. La guerra y la diáspora.
Después de ganar la Copa de Europa, con el comienzo la Guerra, ningún equipo extranjero puede jugar en el país, por lo que la Supercopa Europea que el equipo debía jugar contra el Manchester United (campeón de la Recopa), que en esa época era a dos partidos, no pudo completarse. Ya sin su técnico Ljupko Petrovic, su portero Stojanovic, Prosineki, Marovic y Sabanadzovic, sólo se pudo jugar el primero en Old Trafford, dónde el United ganó 1-0 a pesar de hacer un buen partido el equipo yugoslavo. Con la llegada para la temporada 91/92 del nuevo entrenador Vladica Popovic (curiosamente, el Estrella Roja tuvo 5 entrenadores diferentes durante el ciclo 86-91), y Vasilijevic, Tangja, Ivic, Lekovic, y Jovanovic –jugadores correctos, pero para nada superclases-, el equipo viajó a Tokio para enfrentarse al Campeón de la Copa Libertadores, el Colo Colo chileno, el único equipo de su país en ser campeóncontinental, como nuestro protagonista yugoslavo.
El 8 de diciembre de 1991, el Estrella Roja formó con: Milojevic; Belodedici; Radinovic, Nadojski, Vasilijevic; Mihajlovic, Stosic, Jugovic, Ratkovic; Savicevic, Pancev. Colo Colo salió al campo con: Morón; Garrido; Margas, Salvatierra; Ramírez, Vilchez, Mendoza; Barticciotto, Pizarro; Yánez, Martínez. El técnico era conocido en Yugoslavia, el croata creador de la generación dorada, Mirko Jozic. A pesar de perder un hombre (Savicevic, expulsado) en el primer tiempo, con un gran partido de Vladimir Jugovic, el Red Star vapuleó al Campeón de América por 3-0 con dos goles de Jugovic y uno de Darko Pancev (que fue Bota de Oro europea la temporada 91/92). Así el Estrella Roja de Belgrado cerraba su fantástico año 91, llevando a lo más alto al fútbol yugoslavo. Pero ¿por qué un equipo bisoño en comparación a los grandes de Europa que dominaron el continente en los 80 y 90 (Liverpool, Juventus, Milan, Barcelona) llegó tan lejos?
La explicación hay que buscarla en una extraordinaria camada de grandísimos jugadores que floreció en los Balcanes a mediados de los años ochenta: Dejan Savicevic, Robert Prosineki, Dragan Stojkovic, Sinisa Mihajlovic, Zvonimir Boban, Robert Jarni, Pedrag Spasic, Alen Boksic, Vladimir Jugovic, Dragoljub Brnovic, Pedrag Mijatovic, Davor Suker, Darko Pancev, Slavisa Jokanovic, un jovencísimo Zahovic con apenas 18 años, Srecko Katanec… De hecho, varios de ellos ganaron el Mundial Juvenil de Chile en 1987, entrenados por Mirko Jozic jugando un fútbol de altos quilates. Hay quienes aseguran -y me incluyo- que Yugoslavia hubiera destruído a cualquier equipo europeo en la Eurocopa de Suecia ’92 (quedó descalificada por la guerra, en una decisión sin precedentes de la UEFA, ya que el equipo se había clasificado tranquilamente con todos esos jugadores y en su lugar fue Dinamarca, a la postre campeón). El equipo ya había hecho sudar a Alemania y Argentina en Italia ’90, jugando contra los hombres de Maradona 60 minutos con uno menos, antes de ser eliminados en los penaltis. También apuesto que hubieran llegado lejos en USA ’94. De todos modos, Croacia pudo afirmarlo en Francia ’98 y Yugoslavia hizo sufrir bastante al mejor equipo del torneo, Holanda. Sin duda, estamos hablando de una generación de oro. Y la mayor y tal vez mejor parte de esa generación (a excepción de Boban, Boksic y Suker), jugó para este fantástico equipo.
Foto: Simon Bruty/Allsport
@cordobeh 17 agosto, 2012
Esto sí que es historia y no lo que nos contaban en tercero de bup. El futbol antes de Bosman.
Una pena que por temas político-nacionales se acabara dividiendo una de las canteras de Europa. Un aplauso maestro.