Los delicados matices del Atlético de Madrid como entidad, el pésimo momento deportivo que se vivía, el populismo intrínseco de sentar en el banquillo a un viejo tótem del club y el áspero mensaje de Diego Pablo Simeone en sus primeras ruedas de prensa en el Calderón hacían presagiar lo peor, pero la gestión de El Cholo al frente de los rojiblancos está siendo precisa, creativa y riquísima. La complicada misión era triple. Por un lado, rescatar el ánimo del plantel y la afición. De seguido, edificar en tiempo récord un equipo de fútbol coherente con las características de los futbolistas disponibles. Y para terminar, como siempre, conseguir resultados. En realidad esto es como un cuento, con su introducción, su nudo y su desenlace. El principio ya se conoce, Simeone demostró ser un líder sólido; y para saber cómo acaba la historia quedan dos meses. Lo que toca hoy es diseccionar la revolución táctica del Atlético de Madrid. La que le ha llevado a ser, quizá, el gran favorito para la conquista de la potente UEFA Europa League… pese a no terminar de imponerse en la Liga Española.
El Atlético necesitaba seguridad y Simeone, para empezar, le dio 6 partidos consecutivos con la portería imbatida. Lo hizo desde la simplificación, priorizando esfuerzo y concentración sobre talento y técnica. Manzano había invertido los primeros meses de competición en sistemas defensivos basados en triángulos (4-3-3, 4-4-2 en rombo…), disposiciones que, por norma general, exigen un trabajo intelectual importante en los centrocampistas, algo desaconsejable dadas las carencias de la plantilla en la medular. Como respuesta a estas, El Cholo depositó su defensa organizada sobre un 4-4-2 estándar, con un doble pivote y dos volantes externos sobre su mismo eje horizontal (Imágenes 1 y 2). Éstos fueron Diego y Arda, que sorprendieron por su implicación sin balón. Seguramente, animados por tener que realizar una labor que sí les era asequible. Su función defensiva, por fin ajena a los complejos pasillos interiores, pasó a ser tan agradecida -por visible- como sencilla. Una mera cuestión de compromiso y concentración, sin más demandas. Ni menos.
El 4-4-2 rojiblanco no tiene prisa por robar. De hecho promedia menos de un 43% de posesión, mejor prueba no puede haber al respecto. Así que repliega pacientemente hacia su propio terreno, planta las dos barricadas e inicia los movimientos de basculación más precisos que se ven en estos momentos. Izquierda-derecha, derecha-izquierda, sin demasiada velocidad, tranquilamente, evitando la batida de línea que gire el sistema. Se insiste en el concepto de paciencia defensiva porque es la clave: Ningún centrocampista atlético inicia la acción de robo si no es obvia. Es decir, si el contrario tiene la pelota controlada, la primera línea de cuatro (Diego, Gabi, Tiago, Arda y sustitutos) nunca se rompe, consciente de que si uno sale al quite deja un espacio que los mediapuntas rivales pueden usar para recibir, girar y eliminar la línea. Solo se sale a la presión en dos situaciones: 1. Un mal gesto del contrario que de ventaja posicional al Atlético. 2. Una recepción de espaldas a portería (Imagen de la derecha). En ese caso sí se encima. Este ejercicio, que es la marca del Atlético de Simeone, acaba precipitando fallos impropios en la iniciación del rival que permiten a Diego y Arda lanzar la transición defensa-ataque.
El mejor Atlético es ese, el que gana la posición ofensiva después de una transición. Es indiferente si la transición se transforma en contragolpe o si se convierte en un ataque organizado en tres cuartos, una vez se llega a la mediapunta surgen cosas. El problema reside en el circuito de salida. El Atlético sufre cuando le ceden la iniciativa y debe ganar metros con balón en vez de sin él. Y es por falta talento en la plantilla, no porque El Cholo no esté invirtiendo trabajo. A bote pronto, el técnico ha eliminado la salida lavolpiana que Manzano construía desde Mario Suárez y ha pasado a una estructura de 2-4-4 (Imágenes 1 y 2). Los laterales ensanchan en la segunda línea y se dibuja un cuarteto entre centrales y mediocentros que busca la superioridad numérica ante los puntas, con salida por Filipe y Juanfran si el rival presiona a Gabi y Tiago. El concepto, como casi todo en el fútbol, es válido, pero los futbolistas rojiblancos tienen problemas.
La solución parcial que se toma es aprovechar los apoyos de Falcao, el 9 con mejores movimientos de descarga del panorama mundial, con permiso del veterano Drogba. Apoyos rasos o aéreos, cortos o largos, laterales o centrales, el repertorio en este sentido es completo, y se convierte en el único nexo de unión más o menos fiable entre el cuarteto de salida y los dos cerebros del equipo. Diego y Turan son virtuosos del balón, pero su sentido de la ubicación desmerece de su calidad técnica. No son buenos detectando posiciones desahogadas desde las que recibir y girar, y Falcao resulta el solitario recurso para que éstos reciban de cara y dominen. Por parte del colombiano, muy meritorio. Por parte colectiva, la gran limitación futbolística. Es probable que con Miranda, Godín, Tiago, Gabi y Mario Suárez no se pueda ir a más en esta parte del juego.
Decíamos que cuando se llega a tres cuartos las perspectivas sí son más optimistas. Y eso que el Atlético es conservador incluso en la finalización, pues la línea más adelantada rara vez suma más de tres hombres. Los protagonistas y los roles cambian según coincidan o no Diego y Arda sobre el césped. Con ambos (Imagen de la izquierda), Diego juega por detrás del balón, Turan se abre a la izquierda y Falcao y Adrián influyen en los dos carriles restantes. La asociación es fluida y los laterales no están, sino que doblan referencias, creando superioridades y peligro. Es la combinación más potente. Cuando falta uno y entra Koke es uno de los laterales, normalmente Filipe, quien ocupa junto a Falcao y Adrián la última línea (Imagen de la derecha). Se pierde variedad ofensiva pero se gana consistencia en la segunda jugada. Y cuando es Salvio quien completa el 11, lógicamente, es él quien completa el tridente. Más gol, más simplicidad, mucha menos calidad.
Quedó para el final el crack, Adrián López. El asturiano ya destacó sobremanera a la órdenes de Manzano, pero con Simeone ha dado incluso un salto más. Primero, porque la idea colectiva, más enfocada a transitar que a los ataques posicionales, le ofrece carriles más largos y limpios para lucir su velocidad y su técnica. Segundo, porque la disposición descrita en el párrafo anterior le rodea de líneas de pases que desde su calidad asociativa aprovecha ya sea de forma directa o amenazando. Y tercero y más importante, porque ha sido liberado de un trabajo durísimo en la base de la jugada. Manzano otorgó a Adrián el perfil de Forlán, en el sentido de que corría demasiado hacia atrás para alzarse como solución a las limitaciones creativas del centro del campo. Él no es eso. Que Falcao sea hoy el pivote del ataque le tiene más fresco y, sobre todo, más arriba, donde el aura del peligro le convierte en intocable. Lo suyo. Soldado, Huntelaar, Muniain, Llorente… todos excelentes. Algunos, mejores que Adrián. Pero es el punta rojiblanco quien amenaza con agarrar la bola en cualquier lado y hacer el gol más inolvidable de la UEFA Europa League. La perfecta guinda a un equipo con defectos que está haciendo las cosas de manera notable.
iomismo 26 marzo, 2012
Bueno, pues no sé ni qué decir.
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