Es probable que hoy alguien esperara un análisis del debut mundialista de España. Algún despistado, se quiere decir. Éste ha pretendido ser desde el primer día un espacio dedicado al fútbol de verdad, al juego, sin distracciones. Y quien pensara que en este pequeño templo no iban a retumbar los sonidos del fútbol más especial de todos cuantos se han practicado hasta la fecha en la Copa del Mundo aún no ha entendido la esencia de Ecos del Balón.
Es la Selección chilena de Marcelo Bielsa. Un combinado que sorprendió en la liga de clasificación de la Conmebol tanto por sus números como por su propuesta. Se trataba de un equipo que jugaba en función de lo que él hacía con la pelota, que fiaba su transición defensiva a la calidad de su posesión para obtener ventajas posicionales desde ella y que protagonizaba jugadas de ataque de un altísimo nivel futbolístico. No técnico o estético, que también. Pero lo que sobresalía era el fútbol, el comportamiento de los jugadores para con la pelota y la relación entre ellos mismos. Todo eso se llevaba a cabo, habitualmente, desde el clásico 3-3-1-3 de El Loco. En los últimos tiempos, seguro porque la apuesta no terminó de perfeccionarse y Chile cedía ventajas perdiendo pelotas donde no debía, el Seleccionador empezó a dar cancha a un sistema tendente a la línea de cuatro en el cierre. Algo que le permitiese sumar a un hombre más en la retaguardia para armarse con más garantías cerca de su arco. Sin embargo, el espíritu de Chile está demasiado marcado por la personalidad del técnico argentino, y lo que viene poniendo en práctica y lo que expuso ayer contra Honduras fue el desarrollo de un apasionante 2-3-2-3. Sistema que, por cierto, hemos tenido la ocasión de divisar en nuestro campeonato en algún partido del Almería de Lillo.
Centrándonos en el conjunto latinoamericano, lo primero que llamó la atención fue la dupla de cierre usada por Bielsa. No por novedosa, pues son dos hombres de su total confianza, sino porque hablamos de Los externos Isla y A. Vidal jugaron en el mediocampo dos jugadores hábiles con la pelota y con buena lectura de la iniciación. Hasta el punto de que Medel ha venido jugando en Boca como mediocentro. Chile no es un equipo de medias tintas, y esto es importante. No resta de un lugar para sumar en otro. Todos suman para el mismo lado, y viven de ello. Absoluta coherencia. La segunda línea estuvo formada por el mediocentro Carmona -no especialmente talentoso, pero que entiende muy bien lo que le pide El Loco, y que se marcó un gran partido contra Honduras- y los volantes externos Ilsa y Vidal. Sí, volantes externos. Probablemente contra nosotros, España, adoptarán un rol de lateral que no les es desconocido, ya que no tendrán la pelota para defender con ella y se sentirán más seguros cerrando con cuatro. Pero la rutina de movimientos de Mauricio y Arturo en el encuentro de ayer fue de volantes externos clásicos. Ambos paraban por delante de Carmona, bien abiertos, favoreciendo la creación de triángulos no dibujados que fomentaran el pase en diagonal. El concepto correcto. Además, estaban prestos para doblar a los extremos o apoyar a los interiores con la misma buena gana. La pelota nunca debe detenerse, y en cada lance del juego, al menos uno de los dos debe ofrecer una opción de pase para que el conductor pueda elegir. Pocas veces no se cumple la máxima.
Por delante de ambos anduvo una pareja muy interesante conformada por Matías y Millar. Partiendo como interior izquierdo y derechoA Chile le falta un organizador cerebral para equilibrar su transición ataque-defensa respectivamente, pero con la libertad total para dejar fluir su fútbol y, por tanto, condicionar la transición ofensiva con sus particularidades tanto a lo ancho como a lo largo de su franja. Así pues, Rodrigo ocupaba una línea más relacionada con la recepción desde los volantes externos y Carmona mientras Matías localizaba un poco más su actividad sin balón en zona de mediapuntas, ocupando espacios entre los centrocampistas hondureños para, otra vez, crear líneas de pase para el conductor. No obstante, esto era el matiz, ya que ambos doblaban e intercambiaban funciones. De todas formas, en esta zona del campo está el principal déficit chileno. Millar es 10 vocacional, aunque se readaptó bien a una demarcación más trasera, pero Matías está muy cerca de la raya que divide entre centrocampistas y delanteros. A pesar de su pausa y buena interpretación de la circulación, es un jugador que, tras la pérdida, va a tender a resoplar antes que a correr, y que no posee la habilidad para calibrar riesgos de un medio más puro. Bielsa necesita ahí un Xavi Hernández, no un mediapunta con calidad asociativa. Con nuestro 8, la transición defensiva de Chile sería mucho menos exigente, porque perderían la bola en zonas propicias para ello: Las orillas en el frente del ataque. Sin esa figura representada en ningún jugador, se pierden más pelotas comprometidas de las sostenibles.
Orillas, ayer, confundidas por la baja del Chupete. Pocos 10s más marcados hay en el Mundial que el virtuoso Valdivia, y con su reposicionamiento al falso 9, tanto Beausejour como Alexis tenían en laLos extremos chilenos hacían el fuera-dentro antes de lo debido cabeza que debían llegar a zona de remate cuando la jugada progresara con el lado opuesto. Paulatinamente fueron perdiendo apego a la cal y centrando su posición, restando amplitud al equipo. Y claro, sin la amplitud, se esfuma el mejor recurso defensivo chileno, los 1 vs 1 de los extremos contra sus marcadores. Esos manos a manos que Chile debe tratar de propiciar son puro oro para ellos. En realidad, para cualquier equipo. Que un extremo extravíe la pelota en la zona correcta es casi más posibilidad para el que acaba de perderla que para el que acaba de recuperarla, debido al resultado posicional lógico de ese lance. Y Chile sabe obtener ventajas desde ahí, porque depende de ello para facilitar su repliegue hasta un punto que le permita subsistir. Al no oxigenar debidamente la transición defensiva desde esa optimización de su circulación, el equipo dio una imagen menos sólida de lo deseable. Nada que entre la tranquilidad, Suazo y sus consecuencias no puedan solucionar. Por último, hay que decir que Chile fue menos cuando perdió a Millar y recuperó el 3-3-1-3. Su posesión perdió calidad y el partido se resintió. A cambio, ganó un efectivo más en la zaga, que ante un equipo tan liviano como Honduras resultó suficiente para apenas conceder uno o dos lances de peligro hasta que acabó el choque.
Es Chile. El equipo de la pelota. Un colectivo de formación latinoamericana y, por tanto, que entiende el juego, de tendencia asociativa e inspirado por un genio que les ha convencido de que creer en su manera de sentir el fútbol, en la pausa, el pase y la gambeta inteligentes, les hará competir contra cualquiera. No obstante, que el brillo no nos ciegue. Hay cosas por pulir. Y afortunadamente, tiempo para ello. 7 días de Mundial son 30 de competición doméstica. Los plazos de preparación y mejora se acortan muchísimo. Si les gusta Ecos del Balón, no se pierdan a Chile. Es la misma idea, pero sobre el césped, que es lo más divertido. La última bendita locura de uno de los entrenadores más cuerdos del mundo.
DBEcos 25 marzo, 2012
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